Analistas americanos alertan del oscuro futuro al que está destinado EEUU por el cataclismo económico, energético y social que ya está asomando.
Cataclismo económico, energético y social
El analista financiero norteamericano Bill Bonner, quien ya había hecho predicciones en el pasado sobre el estallido de las burbujas “punto com” y subprime, publicó el pasado agosto un vídeo en el que lanzaba varios mensajes alarmantes sobre el oscuro futuro al que están destinados los estadounidenses por el cataclismo económico, energético y social que ya está asomando.
Estos augurios los sustenta en dos grandes fuerzas que han tomado tracción en los últimos años y que ahora chocan como dos trenes en sentido opuesto.
Se trata, por un lado, del cambio en el modelo energético y la batalla que se ha cernido contra las energías fósiles en los países avanzados (política de cero emisiones de CO2) sin tener en cuenta el coste, el tiempo y la viabilidad de dicha transformación.
En el otro sentido avanza con fuerza vertiginosa el desorden de las finanzas públicas y de la emisión monetaria, causado sobre todo por la crisis de la covid-19 y otros planes de estímulo desde la recesión de 2008.
Estos dos hechos le han llevado a asegurar que hemos entrado en un ciclo que puede durar unos 10 años y en el que probablemente veremos caer el dólar y otras monedas a la mitad de su poder adquisitivo, así como dispararse el coste del petróleo en términos nominales por 5 y en términos reales por 2.5.
¿Entonces, a qué nos enfrentamos?
Nos enfrentamos a serias dificultades para generar la electricidad necesaria con la disponibilidad actual de gasoil, gas y carbón.
Lo que desembocará, según sus previsiones, en discontinuidad en el servicio eléctrico y eventuales apagones de larga duración, aparte de un enorme coste para el sector industrial que generará paro, o de problemas en el transporte con mercancías, tractores, aviones, barcos, etc., que se mueven con gasoil.
En su exposición, Bonner presenta escenarios apocalípticos en los que, en resumen, no se produciría sólo una caída significativa de la renta real y una alta inflación, sino desórdenes sociales y políticos graves, en lo que sería la reedición de la Argentina de las últimas épocas.
Más allá de si Bonner acaba teniendo razón en su visión más catastrofista, por más que sí parece haber diagnosticado con acierto las dos fuerzas desintegradoras en la fase del ciclo en que estamos entrando (con doble colapso de la energía y del gasto público), es interesante establecer paralelismos con el anterior ciclo de materias primas de los años 70.
Materias primas de los años 70
Aquel fue un período de estanflación con la crisis del petróleo y la destrucción del dólar y la deuda pública a la cabeza, así como con un ambiente político, cultural y social en el que las perspectivas de la gente, las recomendaciones o los discursos tomaron un cariz catastrofista, como si nos precipitáramos hacia el fin de los tiempos.
Ya habíamos hablado en un artículo anterior de cómo las ideas maltusianas renacen en épocas de fuerte inflación de costes.
Ante la escalada creciente de precios de los bienes más básicos y su escasez relativa, los políticos y académicos claman por el crecimiento cero (no malgastar ningún recurso escaso), el control de la población (controlar natalidad, facilitar muertes) o el racionamiento y gestión pública de los recursos naturales (véase el precio controlado de la cesta de la compra básica en supermercados o la restricción de acceso a electricidad que vamos a padecer a partir del otoño).
Películas de la década de los 70 o inicios de los 80
Son característicos de estas épocas la desorganización y los desórdenes sociales, lo que se plasma en el arte y la narrativa del momento.
Películas de la década de los 70 o inicios de los 80 reflejan muy bien el carácter apocalíptico marcado por significativos repuntes de delincuencia, disturbios raciales como en Detroit, Nueva York y otras ciudades, colas para repostar gasolina o miedo al invierno nuclear.
Una película icónica en este sentido sin duda ha sido Mad Max (1979): la gasolina era el bien más buscado, había colapsado el Estado al modo del Imperio Romano con señores de la guerra campando a sus anchas, no imperaba la ley y se había registrado una reducción acuciante de la población.
Se extendió, como hoy está pasando, el cine de catástrofes o apocalíptico, con otros ejemplos como Terremoto (1974), La aventura del Poseidón (1972), El Coloso en llamas (1974), El día después (1983, sobre la amenaza atómica) o El día del fin del mundo (1980, volcanes).
De forma parecida a los vaticinios de Bonner hoy, fueron muy populares en los 70 las recomendaciones y predicciones de Harry Browne, que pueden encontrarse en dos libros suyos: How you can Profit from a Monetary Crisis o How you can Profit from the Coming Devaluation.
Browne propugnó, con razón, que la inversión más rentable de los años 70 sería el oro, pero resultó igualmente curioso que alrededor de sus consejos se constituyera todo un movimiento de apocalípticos o de doomers (inglés) que proponía, ante la grave situación, que las familias construyeran búnkeres, se hiciesen con armas, aprovisionamientos de agua o alimento para los cortes de energía, e incluso una vuelta al autoconsumo.
Mucha literatura de la época abordó esta cuestión de manera práctica. En aquella época había igualmente un cierto miedo al holocausto nuclear, de forma parecida a lo que estamos viviendo ahora y que ha propiciado que EEUU haya adquirido medicamentos contra la radiación por la guerra con Rusia.
El trade de la década sí serán los combustibles fósiles
Las similitudes entre ambas fases son muy parecidas. De momento el oro no ha dado señales de revalorización, pero seguramente el trade de la década sí serán los combustibles fósiles, como sugiere Bonner: petróleo, gas y carbón.
Para acabar con un toque de optimismo, hay que tener presente que el fluir de la economía sigue una tónica cíclica: o, dicho de otro modo, todo lo que sube baja (y a la inversa), la historia se repite… Hay muchas formas de expresar esta idea.
Y es que, pese a que una recesión inflacionaria como la actual tiene repercusiones graves en muchos aspectos, de los 70 pudo salirse con fuerza y empuje una década después gracias a la revolución conservadora auspiciada especialmente por Reagan, Thatcher y algunos países del Cono Sur, a lo que acompañó el colapso del imperio soviético.
Es pronto para saber cuáles de los vaticinios de Bonner se cumplirán y, desde luego, aún más pronto para vislumbrar qué movimiento político y social conseguirá frenar esta deriva de escasez, subidas de precios y desórdenes sociales.
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El artículo se publicó originariamente en Libertad Digital