Maltusianismo, una mala teoría económica que se reaviva con la estanflación

Oferta de energía rígida y demanda desbocada son caldo de cultivo para que los precios se disparen. En el Máster en Economía de OMMA te lo explicamos.

Como siempre sucede cuando se dispara el precio de las commodities y se produce escasez relativa de alimentos, energía y bienes más básicos, se reavivan las viejas teorías del agotamiento de los recursos derivados de la sobrepoblación.

Esto ancla su historia más reciente, como mínimo, desde que Malthus publicara en 1798 su Ensayo sobre el principio de la población. En él, de manera resumida, sostuvo que la población tendía a crecer en progresión geométrica mientras que el alimento lo hacía en progresión aritmética, esto es, de forma mucho más lento.

Consecuentemente, durante un tiempo la economía marcha sin demasiadas tensiones hasta que se llega a un punto en que la producción de alimento (y de recursos naturales en general) se torna insuficiente para abastecer a la población creciente. El resultado serán ajustes económicos en forma de penuria: hambrunas, guerras, epidemias, crisis…

Para evitar este desenlace, según claman estas voces, se debe reducir el número de habitantes que presionan sobre los recursos por medio de mecanismos varios que van de la esterilización de la población hasta medidas de control de natalidad, de racionamiento del acceso a los recursos naturales (agua, alimento, energía) o los controles de precios, entre otras tantas ocurrencias.

Inclusive, se puede estirar este discurso fatalista para justificar dar prioridad a los recursos naturales sobre la vida y el bienestar de las personas, a las que se hace responsables (o irresponsables, más bien) de la escasez rampante y el sobreconsumo. Así, de paso, los mandatarios políticos se lavan las manos, logran presentarse como salvadores y no como culpables de la grave situación.

Teoría maltusiana

Pese a que muchas personas tienden a pensar que la teoría maltusiana es una teoría económica firmemente aceptada, sería bueno recordar que esta línea de pensamiento tiene una versión opuesta en la teoría económica que afirma que son los desequilibrios estructurales de tipo productivo-energético y crediticio-monetario los que llevan a escaladas de precios de los bienes más básicos como la de los años 70 o la actual. Y también apunta que los causantes de la estanflación son las medidas económicas erradas adoptadas con anterioridad.

Si nos centramos en la actualidad, el mix energético impulsado por los países occidentales se ha centrado masivamente en las energías renovables, cuando no estaban suficientemente maduras para dar ese salto, demonizando la generación de energía por medio de combustibles fósiles.

Además, con el coste del capital prohibitivo para las industrias del petróleo y gas como consecuencia de los criterios ESG (environmental, social and governance) de inversión, no ha habido inversión suficiente durante estos años pasados en la vieja economía energética en parcelas como la prospección, la búsqueda de nuevos yacimientos, la formación de capital humano y especialización o el desarrollo de mejoras tecnológicas extractivas, lo que se ha visto agravado por la dependencia energética de países con los que se está ahora en guerra.

Es por eso que ahora los combustibles fósiles no pueden salir al rescate.

Se han generado cuellos de botella importantes desde el punto de vista productivo en una época en que la demanda se incrementó significativamente tras la salida de la crisis del Covid-19.

Oferta de energía rígida y demanda que campa a sus anchas son el caldo de cultivo para que los precios se disparen y no quepa capacidad de reacción.

Pero, además, que la demanda de energía (y de otros bienes) se haya desmandado tras la crisis sanitaria (y ya antes) se ha visto impulsado por el incremento de la oferta monetaria (inyecciones de liquidez) que han fomentado los Bancos Centrales mediante emisiones de deuda pública masivas y fijación de tipos de interés artificialmente bajos durante mucho tiempo (desde la anterior gran crisis en 2008).

Aquí entra el segundo de los factores mencionados como determinantes de la inflación de costes que sufrimos hoy: el componente crediticio-monetario.

De acuerdo con esta visión de los hechos, las causas de la inflación están en las malas decisiones político-económicas adoptadas en los años previos y hacia sus responsables habría que dirigir las miradas.

El maltusiano es un viejo debate que siempre se reaviva cuando llega a estanflación: las personas se reproducen demasiado presionando sobre los recursos, los recursos se están agotando, ergo hay superpoblación y debe controlarse o reducirse.

Curiosamente, quienes defienden que se están agotando los recursos en las épocas de inflación por exceso de consumo son los mismos que sostienen que no hay consumo suficiente en las épocas de deflación, cuando caen todos los precios y parece que todo abunda (ejemplo de la Gran Recesión de 2007).

El mismo Malthus, en sus Principios de Economía Política (1820), también presentó la tesis subconsumista, por más contradictoria que parezca en relación con la anterior vinculada con el exceso de población.

Este tipo de razonamiento simplista es propio de economistas de cortas miras que no comprenden bien los conceptos básicos de la economía, las relaciones de casualidad, la dinámica del proceso de creación de riqueza y los ciclos económicos.

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El artículo se publicó originariamente en Libertad Digital

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