En OMMA Business School Madrid repasamos algunas claves de la actual inflación.
Los próximos meses se antojan apasionantes al observador de la realidad económica, quien muy probablemente esté bastante entrenado en su capacidad de asombro por lo que lleva pasando desde hace varios años en este alocado mundo…
Si en 2007 emergió una recesión económica cimentada en un proceso de carácter deflacionario (precios, salarios, tipos de interés), en estos momentos nos acercamos con pasos de gigante al abismo de la estanflación, a saber, la combinación de inflación con crisis económica.
En OMMA Business School Madrid, llevamos muchos años explicando a nuestros alumnos del Máster en Economía UFM-OMMA cuál fue el origen de la Gran Recesión y ahora estamos analizando con ellos cuáles son los desencadenantes de la inflación actual y qué cabe esperar en el futuro. Hablemos un poco de ello aquí también.
¿Posibilidad de crisis económica con inflación?
Si surgiera esta posibilidad tendría tintes algo apocalípticos (los períodos inflacionarios suelen tomar ese cariz), está llevando a que muchas personas estés como algunas presas ante su depredador: en modo parálisis.
Ya se sabe: ante un peligro inminente o un trauma, los seres vivos reaccionan habitualmente de tres maneras posibles. En inglés se ilustra por medio de las tres “F”: fight, flight or freeze. O lo que es lo mismo: lucha, huida o parálisis.
De momento, muchos están a la espera de ver cuáles son los próximos movimientos en este tablero de ajedrez de la economía y geopolítica mundiales…
La inflación, con datos de febrero de 2022
Hay motivos de preocupación. La inflación, con datos de febrero de 2022, se ha ido al 7,4% interanual y varios analistas estiman que se irá a los dos dígitos, sobrepasando el 10% esta misma primavera si el conflicto Rusia-Ucrania persiste en el tiempo.
La temida estanflación vendría caracterizada por la aparición de una inflación de costes sostenida en el tiempo que afectaría por igual a familias y empresas.
Si la cesta de la compra venía subiendo desde 2020, desde otoño de 2021, empezaron a saltar las alarmas como consecuencia de los incrementos acelerados en el coste energético y de commodities.
Parte de la explicación la encontraban los analistas en las rigideces en la oferta que se encontró Occidente a la salida de los confinamientos por la crisis de la Covid-19. Cuando volvió a salir la gente a la calle, la reactivación de la economía se produjo a tal ritmo que la oferta no estaba en absoluto preparada para atenderla en tiempo y forma.
La cuestión era si este fenómeno inflacionista (cuellos de botella) iba a ser de carácter coyuntural y las aguas volverían a su cauce tras unos meses tensos, o si este hito marcaba el escopetazo de salida (siempre hay un trigger o desencadenante en cualquier crisis) hacia una inflación de tipo endémica que empobrecería más a una población ya maltrecha por la crisis de ingresos experimentada durante los meses de encierro.
La escasez llegaba a España…
En otoño de 2021, se alzaron voces alertando de posibles desabastecimientos e incluso cortes de electricidad (varios Gobiernos europeos advirtieron de esa posibilidad a su población). De modo que las estaciones de frío se presentaban calentitas.
Finalmente no corrió la sangre al río, pero los precios de los alimentos, energía o materias primas siguieron su escalada.
Se pusieron de manifiesto restricciones en la cadena de suministros en China por la necesidad de racionar el acceso a la energía de un país esencialmente exportador.
Las fábricas chinas ralentizaban la producción, subían los precios de los fletes y se acumulaban los retrasos en el envío de mercancías.
El runrún de la escasez llegaba a España y empezaban a faltar algunos bienes. Además, los productores en España tenían que empezar a repercutir precios de materias a sus clientes en España, pese a llevar largo tiempo conteniéndolos a la espera de que la situación se relajara.
En España, algunas empresas muy dependientes del consumo energético o de ciertas commodities han tenido que paralizar la producción, como mínimo, temporalmente.
Otras están paradas por roturas de stock de factores productivos que no llegan a las fábricas. La pérdida económica, la subida de precios y al escasez afloran como consecuencia.
Hasta aquí rigideces y estrecheces que podrían tener un componente estacionario, si bien los costes energéticos en China ya daban pistas de que algo de mayor calado podía estar fraguándose. Europa y EE.UU. han apostado por la energía verde, que no pasa por ser la más eficiente.
Si nos deslizamos hacia fenómenos de carácter más estructural, se ha de prestar especial atención al incremento de la oferta monetaria.
La tasa de crecimiento de la M2 (efectivo en manos del público + depósitos hasta los dos años) en EE.UU. ha sido del 6% desde 2006. Desde mediados de 2020 (tras los confinamientos), ha experimentado un notable salto hasta llegar a un incremento del 13-14% anual.
¿Qué dijo Milton Friedman en 1963 sobre la inflación?
Milton Friedman advirtió en 1963 que “la inflación siempre y en todas partes es un fenómeno monetario, en el sentido de que no puede suceder si no es con un más rápido incremento de la cantidad de dinero que de la producción”.
No parece que las decisiones monetarias de los Bancos Centrales en Europa o Estados Unidos, con tipos de interés en mínimos históricos y una expansión monetaria de estas dimensiones, estén siendo las más prudentes en el contexto económico en que nos hallamos.
La inflación derivada de los déficits públicos, la consiguiente deuda nacional comprada por los Bancos Centrales y la pérdida de poder adquisitivo del dinero están servidos. Hay que señalar que esta presión inflacionista, causada por la expansión monetaria, sí tiene un componente más estructural y duradero.
Toda esta inflación de costes se ha producido sin que uno de sus precios más importantes, los tipos de interés, haya subido de manera significativa en EE.UU. o la zona euro.
Cabe esperar que, si la contención de la inflación es inviable por otras vías, los tipos deberán subir de manera acompasada a la tasa de inflación metiendo un cerrojazo al consumo diferido en el tiempo y a la inversión y refinanciación empresarial.
Pero no solo: la renta fija, en especial a largo plazo, sufrirá grandes descuentos, de modo que los tenedores de bonos y obligaciones sufrirán merma económica, y el creciente peso de la deuda pública sobre el PIB será señal inequívoca de la maltrecha salud financiera y monetaria de los Estados nacionales.
Otro precio clave que aún no ha sufrido cambios significativos en España son los salarios.
En los 70, cuando se padeció una crisis inflacionaria con parecidos tintes, precios como los salarios se acabaron indexando a la inflación porque, de lo contrario, sería insostenible políticamente la pérdida de poder de compra continuada de las familias, cuando los bienes básicos como la electricidad, la gasolina o el alimento se encarecen a pasos agigantados.
Es de esperar que tarde o temprano esto suceda sumándose a los costes crecientes que ya soportan las empresas. De este modo, el aumento de costes de acceso al capital, las materias primas, la energía y los salarios descapitalizarán a gran velocidad al tejido industrial y empresarial de los países.
¿Qué sucede en los períodos inflacionarios?
Se produce una redistribución de las rentas entre países (cambia la relación real de intercambio).
Así, en los países más industrializados o con servicios -dependientes del consumo de materias primas o energía- se pasa a vivir con más estrecheces porque derivan las rentas hacia los productores de commodities, quienes salen ganadores y ven incrementarse sus beneficios.
De este modo, en países industrializados nos topamos con sobrecostes a todos los niveles que irremediablemente llevan a que los beneficios empresariales, en términos reales, mengüen o surjan pérdidas y los consiguientes cierres.
Y, a todo esto, el 24 de febrero de 2022 estalla la guerra entre Rusia y Ucrania.
¿Pudiera ser este nuestro segundo cisne negro tras la crisis de la Covid?
Bien es sabido que los períodos de guerra son grandes generadores de inflación por los desarreglos en las cadenas de producción y suministros, y porque se financia una parte del gasto militar con déficit público.
Habrá que seguir observando mientras se desencadenan los acontecimientos… Desde luego, estamos viviendo una época que transita entre luces y sombras.
Resulta imperioso en este contexto poder caminar hacia la luz y para ello es clave disponer de las herramientas teóricas que nos permitan entender los factores explicativos de nuestro entorno y nos den la seguridad de poder desenvolvernos con éxito en tierras movedizas.
¿Qué puedes aprender en el Máster en Economía de UFM-OMMA?
En nuestro Máster en Economía de UFM-OMMA llevamos ocho años enseñando a nuestros alumnos a entender la economía y su funcionamiento.
Gracias a las aportaciones científicas que, en defensa de los mercados, han desarrollado economistas de la Escuela Austriaca, la Escuela de Chicago, la Escuela de la Elección P´ública, la Escuela de Bloomington o el neoinstitucionalismo.
En nuestro programa hemos tratado de reunir a los mejores profesores de habla hispana en este campo para conformar un cuerpo teórico y analítico integral con disciplinas como:
- La historia económica (el pasado es un gran predictor del futuro).
- Los ciclos económicos.
- La teoría financiera.
- La microeconomía.
- La teoría del Estado (en la que reflexionamos sobre cuál es el papel del Estado en cada época histórica y cómo ha ido evolucionando su poder).
- Las políticas públicas (donde se nos muestra el marco regulatorio al que se somete la producción en cada país y qué se busca de cada regulación).
- Así como la fiscalidad y más.
Contamos con profesores y conferenciantes como Juan Ramón Rallo, Juan Sebastián Landoni, Carlos Rodríguez Braun, Gabriel Calzada, Daniel Lacalle, Miguel Anxo Bastos, Martín Krause, Gabriel Zanotti, Peter Boettke, Lawrence H. White o Alejandro Chafuen.
Artículo publicado originalmente en Libertad Digital